jueves, 30 de junio de 2011

Los peligros que nos amenazan

Los peligros que nos amenazan
Fidel Castro Ruz
Lun, 08/03/2010

Lo asombroso de nuestra época es la contradicción entre la ideología burguesa imperialista y la supervivencia de la especie. No se trata ya de que exista la justicia entre los seres humanos, hoy más que posible e irrenunciable; sino del derecho y las posibilidades de supervivencia de los mismos.

No se trata de una cuestión ideológica relacionada con la esperanza irremediable de que un mundo mejor es y debe ser posible.

Es conocido que el homo sapiens existe desde hace aproximadamente 200 mil años, lo que equivale a un minúsculo espacio del tiempo transcurrido desde que surgieron las primeras formas de vida elementales en nuestro planeta hace alrededor de tres mil millones de años.

Las respuestas ante los insondables misterios de la vida y la naturaleza han sido fundamentalmente de carácter religioso. Carecería de sentido pretender que fuese de otra forma, y tengo la convicción de que nunca dejará de ser así. Mientras más profundiza la ciencia en la explicación del universo, el espacio, el tiempo, la materia y la energía, las infinitas galaxias y las teorías sobre el origen de las constelaciones y estrellas, los átomos y fracciones de los mismos que dieron origen a la vida y la brevedad de la misma, y los millones y millones de combinaciones por segundo que rigen su existencia, más preguntas se hará el hombre en busca de explicaciones que serán cada vez más complejas y difíciles.

Mientras más se enfrascan los seres humanos en buscar respuestas a tan profundas y complejas tareas que se relacionan con la inteligencia, más valdrán la pena los esfuerzos por sacarlos de su colosal ignorancia sobre las posibilidades reales de lo que nuestra especie inteligente ha creado y es capaz de crear. Vivir e ignorarlo es la negación total de nuestra condición humana.

Algo, sin embargo, es absolutamente cierto, muy pocos se imaginan cuán cerca puede estar la desaparición de nuestra especie. Hace casi 20 años, en una Cumbre Mundial sobre el Medio Ambiente en Río de Janeiro, abordé ese peligro ante un público selecto de Jefes de Estado y de Gobierno que escuchó con respeto e interés, aunque nada preocupado por el riesgo que veía a distancia de siglos, tal vez milenios. Para ellos, con seguridad, la tecnología y la ciencia, más un sentido elemental de responsabilidad política, serían capaces de enfrentarlo. Con una gran foto de personajes importantes, los más poderosos e influyentes entre ellos, concluyó feliz aquella importante Cumbre. No había peligro alguno.

Del cambio climático apenas se hablaba. George Bush, padre, y otros relumbrantes líderes de la Alianza Atlántica, disfrutaban la victoria sobre el campo socialista europeo. La Unión Soviética fue desintegrada y arruinada. Un inmenso caudal del dinero ruso pasó a los bancos occidentales, su economía se desintegró, y su escudo defensivo frente a las bases militares de la OTAN, había sido desmantelado.

A la antigua superpotencia que aportó la vida de más de 25 millones de sus hijos en la segunda guerra mundial, le quedó solo la capacidad de respuesta estratégica del poder nuclear, que se había visto obligada a crear después que Estados Unidos desarrolló en secreto el arma atómica lanzada sobre dos ciudades japonesas, cuando el adversario vencido por el avance incontenible de las fuerzas aliadas no estaba ya en condiciones de combatir.

Se inició así la Guerra Fría y la fabricación de miles de armas termonucleares, cada vez más destructivas y precisas, capaces de aniquilar varias veces la población del planeta. El enfrentamiento nuclear sin embargo continuó, las armas se hicieron cada vez más precisas y destructivas. Rusia no se resigna al mundo unipolar que pretende imponer Washington. Otras naciones como China, India y Brasil emergen con inusitada fuerza económica.

Por primera vez, la especie humana, en un mundo globalizado y repleto de contradicciones, ha creado la capacidad de destruirse a sí misma. A ello se añaden armas de crueldad sin precedentes, como las bacteriológicas y químicas, las de napalm y fósforo vivo, que son usadas contra la población civil y disfrutan de total impunidad, las electromagnéticas y otras formas de exterminio. Ningún rincón en las profundidades de la tierra o de los mares quedaría fuera del alcance de los actuales medios de guerra.

Se conoce que por estas vías han sido creados decenas de miles de artefactos nucleares, incluso de carácter portátil.

El mayor peligro deriva de la decisión de líderes con tales facultades en la toma de decisión, que el error y la locura, tan frecuentes en la naturaleza humana, pueden conducir a increíbles catástrofes.

Han transcurrido casi 65 años desde que estallaron los dos primeros artefactos nucleares, por la decisión de un sujeto mediocre que tras la muerte de Roosevelt quedó al mando de la poderosa y rica potencia norteamericana. Hoy son ocho los países que, en su mayoría por el apoyo de Estados Unidos, disponen de esas armas, y varios más disfrutan de la tecnología y los recursos para fabricarlas en un mínimo de tiempo. Grupos terroristas, enajenados por el odio, podrían ser capaces de acudir a ellas, del mismo modo que gobiernos terroristas e irresponsables no vacilarían en usarlas dada su conducta genocida e incontrolable.

La industria militar es la más próspera de todas y Estados Unidos el mayor exportador de armas.

Si de todos los riesgos mencionados se libera nuestra especie, existe uno todavía mayor, o al menos más ineludible: el cambio climático.

La humanidad cuenta hoy con siete mil millones de habitantes, y pronto, en un plazo de 40 años, alcanzará nueve mil millones, una cifra nueve veces mayor que hace apenas 200 años. En tiempos de la antigua Grecia, me atrevo a suponer que éramos alrededor de 40 veces menos en todo el planeta.

Lo asombroso de nuestra época es la contradicción entre la ideología burguesa imperialista y la supervivencia de la especie. No se trata ya de que exista la justicia entre los seres humanos, hoy más que posible e irrenunciable; sino del derecho y las posibilidades de supervivencia de los mismos.

Cuando el horizonte de los conocimientos se amplía hasta límites jamás concebidos, más se acerca el abismo adonde la humanidad es conducida. Todos los sufrimientos conocidos hasta hoy son apenas sombra de lo que la humanidad pueda tener por delante.

Tres hechos ocurrieron en solo 71 días, que la humanidad no puede pasar por alto.

El 18 de diciembre de 2009, la comunidad internacional sufrió el mayor descalabro de la historia, en su intento de buscar solución al más grave problema que amenaza el mundo en este instante: la necesidad de poner fin con toda urgencia a los gases de efecto invernadero que están provocando el más grave problema enfrentado hasta hoy por la humanidad. Todas las esperanzas habían sido puestas en la Cumbre de Copenhague después de años de preparación con posterioridad al Protocolo de Kyoto, que el Gobierno de Estados Unidos -el más grande contaminador del mundo- se había dado el lujo de ignorar. El resto de la comunidad mundial, 192 países, esta vez incluyendo a Estados Unidos, se habían comprometido a promover un nuevo acuerdo. Fue tan vergonzoso el intento norteamericano de imponer sus intereses hegemónicos que, violando elementales principios democráticos, intentó establecer condiciones inaceptables para el resto del mundo de forma antidemocrática, en virtud de compromisos bilaterales con un grupo de los países más influyentes de las Naciones Unidas.

A los Estados que integran la organización internacional se les invitó a firmar un documento que constituye una burla, en el que se habla de aportes futuros meramente teóricos para frenar el cambio climático.

No habían transcurrido todavía tres semanas cuando, al atardecer del 12 de enero, Haití, el país más pobre del hemisferio y el primero en poner fin al odioso sistema de la esclavitud, sufrió la mayor catástrofe natural en la historia conocida de esta parte del mundo: un terremoto de 7,3 grados en la escala Richter, a solo 10 kilómetros de profundidad y a muy corta distancia de la orilla de sus costas, golpeó la capital del país, en cuyas débiles casas de barro vivían la inmensa mayoría de las personas que resultaron muertas o desaparecidas. Un país montañoso y erosionado de 27 mil kilómetros cuadrados, donde la leña constituye prácticamente la única fuente de combustible doméstica para nueve millones de personas.

Si en algún lugar del planeta una catástrofe natural ha constituido una inmensa tragedia es Haití, símbolo de pobreza y subdesarrollo, donde viven los descendientes trasladados de África por los colonialistas para trabajar como esclavos de los amos blancos.

El hecho conmocionó al mundo en todos los rincones del planeta, estremecido por las imágenes fílmicas divulgadas que rayaban en lo increíble. Los heridos, sangrantes y graves, se movían entre los cadáveres clamando por auxilio. Bajo los escombros yacían los cuerpos de sus seres queridos sin vida. El número de víctimas mortales, según cálculos oficiales, superó las 200 mil personas.

El país ya estaba intervenido por fuerzas de la MINUSTAH, que las Naciones Unidas enviaron para restablecer el orden subvertido por fuerzas mercenarias haitianas que, instigadas por el Gobierno de Bush, se lanzaron contra el Gobierno elegido por el pueblo haitiano. Algunos edificios donde moraban soldados y jefes de las fuerzas de paz también se desplomaron, causando dolorosas víctimas.

Los partes oficiales estiman que, aparte de los muertos, alrededor de 400 mil haitianos fueron heridos y varios millones, casi la mitad de la población total, sufrieron afectaciones. Era una verdadera prueba para la comunidad mundial, que después de la bochornosa Cumbre de Dinamarca estaba en el deber de mostrar que los países desarrollados y ricos serían capaces de enfrentar las amenazas del cambio climático a la vida en nuestro planeta. Haití debe constituir un ejemplo de lo que los países ricos deben hacer por las naciones del Tercer Mundo ante el cambio climático.

Se puede creer o no, desafiando los datos, a mi juicio irrebatibles, de los más serios científicos del planeta y la inmensa mayoría de las personas más instruidas y serias del mundo, quienes piensan que al ritmo actual de calentamiento, los gases de efecto invernadero elevarán la temperatura no solo 1,5 grados, sino hasta 5 grados, y que ya la temperatura media es la más alta en los últimos 600 mil años, mucho antes de que los seres humanos existieran como especie en el planeta.

Es absolutamente impensable que nueve mil millones de seres humanos que habitarán el mundo en el 2050 puedan sobrevivir a semejante catástrofe. Queda la esperanza de que la propia ciencia encuentre solución al problema de la energía que hoy obliga a consumir en 100 años más el resto del combustible gaseoso, líquido y sólido que la naturaleza tardó 400 millones de años en crear. La ciencia tal vez puede encontrar solución a la energía necesaria. La cuestión sería saber cuánto tiempo y a qué costo los seres humanos podrán enfrentar el problema, que no es el único, ya que otros muchos minerales no renovables y graves problemas requieren solución. De una cosa podemos estar seguros, a partir de todos los conceptos hoy conocidos: la estrella más próxima está a cuatro años luz de nuestro Sol, a una velocidad de 300 mil kilómetros por segundo. Una nave espacial tal vez recorra esa distancia en miles de años. “El ser humano no tiene otra alternativa que vivir en este planeta”.

Parecería innecesario abordar el tema si a solo 54 días del terremoto de Haití, otro increíble sismo de 8,8 grados de la escala Richter, cuyo epicentro estaba a 150 kilómetros de distancia y 47,4 de profundidad al noroeste de la ciudad de Concepción, no ocasionara otra catástrofe humana en Chile. No fue el mayor de la historia en ese hermano país, se dice que otro alcanzó 9 grados, pero esta vez no fue solo un fenómeno de efecto sísmico; mientras en Haití durante horas se esperó un maremoto que no se produjo, en Chile el terremoto fue seguido por un enorme tsunami, que apareció en sus costas entre casi 30 minutos y una hora después, según la distancia y datos que todavía no se conocen con toda precisión y cuyas olas llegaron hasta Japón. De no ser por la experiencia chilena frente a los terremotos, sus construcciones más sólidas y sus mayores recursos, el fenómeno natural habría costado la vida a decenas de miles o tal vez cientos de miles de personas. No por ello dejó de ocasionar alrededor de mil víctimas mortales, según datos oficiales divulgados, miles de heridos y tal vez más de dos millones de personas sufrieron daños materiales. Casi la totalidad de su población de 17 millones 94 mil 275 habitantes, sufrió terriblemente y aún padece las consecuencias del sismo que duró más de dos minutos, sus reiteradas réplicas, y las terribles escenas y sufrimientos que dejó el tsunami a lo largo de sus miles de kilómetros de costa. Nuestra Patria se solidariza plenamente y apoya moralmente el esfuerzo material que la comunidad internacional está en el deber de ofrecerle a Chile. Si algo estuviera en nuestras manos, desde el punto de vista humano, por el hermano pueblo chileno, el pueblo de Cuba no vacilaría en hacerlo.

Pienso que la comunidad internacional está en el deber de informar con objetividad la tragedia sufrida por ambos pueblos. Sería cruel, injusto e irresponsable dejar de educar a los pueblos del mundo sobre los peligros que nos amenazan.

¡Que la verdad prevalezca por encima de la mezquindad y las mentiras con que el imperialismo engaña y confunde a los pueblos!

Lo cuentan las voces de los que se resisten.

Publicado por ROMULO PEREZ “por una conciencia Socialista”

« ... Hemos guardado un silencio muy parecido a la estupidez...»

Rómulo Pérez
C.I. – 6.364.374

viernes, 10 de junio de 2011

EL ORIGEN DEL APELLIDO “BOLIVAR”

EL ORIGEN DEL APELLIDO “BOLIVAR”

Bolibar es un pueblo de origen vasco, cuyo nombre se debe a la combinación de dos palabras: Bolu = “molino”, ibar = “vega”, o sea “El Molino de la Vega”.

“Simón Bolívar como un molino trituró a la opresión y como hermosa vega cultivó la Libertad”.

El molino utilizado para triturar el grano, representaba la principal fuente de trabajo en el siglo XV, del Pueblo de Bolibar (municipio de la provincia de Vizcaya, País Vasco en España), la historia de éste pueblo se remonta a 1470 en Vizcaya, cuando se enfrentó a la realeza Castellana bajo el reinado de Enrique IV de Castilla - 1454 a 1474 -, conocido también como “Enrique el impotente” y como el hermano de Isabel la Católica, éste enfrentamiento entre los vizcaínos y la realeza, es producto de que los primeros no reconocían a la hija del rey doña Juana como heredera del trono, solamente aceptaban a Isabel la Católica como legitima Señora de Vizcaya, en ésta confrontación el pueblo de Bolibar sale derrotado (En la actualidad éste pequeño pueblo guarda con orgullo el honor de haber sido el origen de un linaje que dio a la historia universal al único Libertador de Pueblos).

El enlace entre el Libertador y éste pequeño pueblo vizcaíno lo representa un antepasado de Simón Bolívar, en la descendencia de su quinto abuelo llamado Simón Ochoa de la Rementería, quien nació en el pueblo de Bolibar el 5 de marzo de 1532, emigró a mediados del siglo XVI desde Vizcaya a América, tras aquel sueño fantástico que cautivaba a todos los europeos: la historia del Dorado con ciudades de oro que existían en Venezuela, perlas gigantes en el fondo marino de las costas Venezolanas y la fuente de la eterna juventud, entre otras; por lo que decidió en 1559 cuando apenas tenía 27 años de edad, a aventurarse al nuevo mundo, desembarcando en Santo Domingo, allí llegó el primer Simón Bolibar, (el cual la historia conoce como “el Viejo”), allí se ganó la vida copiando manuscritos, profesión muy lucrativa, ya que la mayoría de las personas no sabían leer ni escribir.

Ese primer Bolibar que llegó a América, exactamente a Santo Domingo, a mediados del siglo XVI, tuvo como dato curioso que él prefería que lo llamaran Simón de Bolibar, obviando sus apellidos naturales (Ochoa de la Rementerias), ya que así recordaba siempre su sitio de origen (España), en 1569, diez años después, se casó con Ana Hernández de Castro, con quien tuvo un hijo ese mismo año, llamado también Simón, producto de este nacimiento a él lo empezaron a llamar Simón de Bolibar el viejo, y a su hijo el mozo, otro dato curioso, es, que el escribano que registró a su hijo cuando éste nació, cometió varias faltas al registrar el apellido, primero omitió el “de”, segundo cambió la segunda “b” por “v”, además de acentuar la “i”, es decir, “Bolívar”; pero el viejo aceptó gustosamente este cambio, ya que lo tomó como premonición en vista del sueño por el que salió de su suelo natal, o sea la “v” le presagiaba viajar a Venezuela; 20 años después en 1589, muere su esposa y por orden de la Corona es trasladado a Caracas para trabajar como Secretario del Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela Don Diego de Osorio Villegas.

La Caracas de entonces era un conglomerado de humildes viviendas que se construyeron alrededor de la Plaza Catedral, hoy Plaza Bolívar; Simón Bolibar (el Viejo) poseía una indiscutible inteligencia, un liderazgo innato y un poder de convocatoria sobresaliente, que le permitió organizar una Federación de Provincias, con la asistencia de todos los cabildos que existían para entonces en el país, en esa Confederación, Bolibar impuso la supremacía de “Caracas” sobre las demás regiones, ventaja que con el tiempo le otorgará a la ciudad la condición de Capital de la República, el espíritu organizador que aplicó “el viejo” en beneficio de la colonia, pronto cautivó a las autoridades locales, quienes lo nombraron en 1590, Contador General de la Real Hacienda de Caracas, por lo que fue enviado a España para solicitar al rey Felipe II ciertas ventajas políticas y económicas para los blancos no peninsulares, puesto que sólo los blancos nacidos en España gozaban de tales privilegios, el rey accedió, a tales solicitudes y permitió a Venezuela abrirse al comercio con Europa, y por primera vez, barcos venezolanos llevaban mercancías, no en calidad de contrabando, sino para la venta legal de mercancía hacia España, además de esto también trajo consigo en 1593, la autorización para la creación del escudo de armas y el titulo de Muy Noble Leal Ciudad para Santiago de León de Caracas, murió en Caracas el 9 de marzo de 1612.

El primer Bolívar nacido en América (Santo Domingo), Simón Bolívar (el Mozo), “el cuarto abuelo del Libertador”, siguió los exitosos pasos de su padre en amasar fortuna y prestigio, convirtiéndose en una figura prominente en la sociedad colonial, cuando celebró su matrimonio con Beatriz Díaz Moreno de Rojas, hija del famoso y muy acaudalado Capitán Alonso Díaz Moreno, fundador de la ciudad de Valencia, con lo cual el apellido “Bolívar” se constituyó en uno de los más importantes de la colonia, de cuya unión matrimonial nacieron: Antonio y Luisa.

Simón Bolívar (el Mozo) era un hombre entregado a la defensa de los aborígenes; y como encomendero de los nativos de San Mateo, logró consolidar la hacienda más importante del país, conocida como la “Hacienda de San Mateo”, que en el futuro sería el bien más preciado de la familia de los “Bolívar” y un icono de la lucha y del heroísmo de la guerra por la independencia de Venezuela. A la muerte de su esposa, buscó consuelo en el seminario, para convertirse en Sacerdote, mientras que su hijo, Antonio Bolívar Rojas (el tatarabuelo abuelo del Libertador) quien nace en Caracas el 7 de marzo de 1596 y muere en San Mateo en el año 1655, se encargó de administrar los bienes de la familia, que de acuerdo a la Ley beneficiaba a los hijos varones, durante las próximas generaciones, la fortuna de los “Bolívar” se irá consolidando cada vez más, para convertirse en una de las familias más aristócrata, adinerada e influyente del continente.

Esta tercera generación de los “Bolívar”, será la más numerosa de todo el linaje familiar, Don Antonio Bolívar consolidó el abolengo de blancos criollos, al casarse por primera vez con Doña Luisa de Marmolejo, y en segundas nupcias con Doña Leonor de Rebolledo Argumedo y Almendariz, de cuyos matrimonios tendrá nueve hijos, al igual que sus antecesores, cautivará a las autoridades locales con su indiscutible liderazgo y fortuna, que le permitirá ocupar importantes cargos públicos reservados sólo a la oligarquía de blancos criollos o peninsulares: Alcalde de Caracas, Gobernador de los Valles de Aragua y Alcalde de la Santa Hermandad (cuerpo armado de la ciudad), de todos sus hijos, Luis Bolívar Rebolledo, quien nació en Caracas el 27 de febrero de 1627 y murió en la misma ciudad el 1 de marzo de 1702, será quién continúe la estirpe de los “Bolívar” y será además el que dará nacimiento al futuro Libertador.

Luis Bolívar (el bisabuelo del Libertador), siguiendo el linaje de los “Bolívar” como lo más puro de blancos criollos, se casó con Doña María de Martínez Villegas Ladrón de Guevara, logró ocupar importantes cargos públicos: Alcalde de Caracas, Corregidor y Justicia Mayor de los Valles de Aragua. Se destacó como un exitoso empresario, aumentando aún más la inmensa fortuna de los “Bolívar”, por lo que se convirtió en un personaje muy apreciado en la elite política, su habilidad en los negocios, lo obligó a emprender una lucha frontal contra la piratería que atacaba incesantemente las propiedades de la familia “Bolívar”: almacenes, residencias, haciendas, y toneladas de productos agrícolas para la exportación.

Para proteger su inmensa fortuna, planificó, organizó y financió con su propio peculio la construcción del castillo de La Guaria, como una impenetrable edificación que desde las alturas del Ávila, defendió el puerto contra el asedios de piratas que azotaron las colonias españolas, principalmente: ingleses, franceses y holandeses, quienes desembarcaban impunemente, y en un fugaz recorrido de desolación y muerte por el camino real, asaltaban a la ciudad de Caracas, obligando a sus habitantes a huir hacia los valles de Aragua, un hecho anecdótico objeto de bromas entre los amigos de Don Luis Bolívar, se debía a que no obstante su obsesiva aversión a los ladrones, se casó con “un ladrón”, es decir, con Martínez Villegas Ladrón de Guevara, hija de Don Juan de Villegas, fundador de Barquisimeto y quién fuera Capitán General de Venezuela, fue un feliz matrimonio que consolidó aún más la inmensa fortuna de los Bolívar, y de cuya unión nació en San Mateo en 1665 Juan Bolívar Martínez Villegas.

Juan Bolívar (el abuelo del Libertador), con esa visión innata para los negocios que siempre caracterizó a los “Bolívar”, compró una inmensa extensión de tierras, sobre la cual, en 1690 fundó el pueblo de Villa de Cura, y que en honor a su padre, la bautizó como San Luis de Cura, al igual que sus antecesores, ocupó importantes cargos públicos: dos veces gobernador de Venezuela, dos veces Alcalde de Caracas y además de Justicia Mayor de los Valles de Aragua, la alta alcurnia que venía acompañando el apellido Bolívar, se vio de pronto interrumpida, cuando Don Juan Bolívar Villegas se casó en segundas nupcias con Petronila de Ponte y Marín, hija de Josefa Marín Narváez madre natural, algo inadmisible en la sociedad mantuana de la época, por cuanto con ese casamiento se había mancillado la estirpe de blanco criollo de familias honorables que con orgullo exponían los “Bolívar”, y con el agravante, de que los hijos de ese matrimonio pudieran ser señalados por la sociedad de “mestizos”, si se comprobaba que, su madre Josefa, llevaba en sus venas sangre aborigen.

Don Juan Bolívar intentó limpiar hasta su muerte en el año de 1729, el abolengo familiar, con la compra de un título de “marques” que gestionó ante la Corte de los reyes de España; de este matrimonio nació en Aragua en el año de 1726, el padre del Libertador, Juan Vicente de Bolívar y Ponte, el porte español de Juan Vicente le permitió ocupar importantes cargos públicos; cuando contaba 47 años de edad, el 30 de noviembre de 1773 contrae matrimonio con María Concepción Palacios y Blanco, quién tenía apenas 15 años, y venía de una rica familia caraqueña de blancos criollos, la familia Bolívar se convirtió en la más importante, pudiente y adinerada de la época, Don Juan Vicente y Doña María Concepción tuvieron cinco hijos: María Antonia, Juana Nepomucena, Juan Vicente, Simón José Antonio, y María del Carmen, hija póstuma quién murió a las pocas horas de nacer, a la muerte de Juan Vicente (el padre), María quiso honrar el honor de la familia “Bolívar”, gestionando infructuosamente ante la Corte de España el “marquesado de los Bolívar”, que había gestionado el padre de su esposo Don Juan Bolívar y Villegas; María, quería que sus hijos llevaran el marquesado, cuyo título infundía respeto y admiración en la sociedad, todo fue en vano a pesar de la fortuna que gastó en los tribunales, y de las gestiones, que desde España hizo su hermano Esteban.

“La alta alcurnia de los “Bolívar” se interrumpió, al casarse el abuelo del Libertador con una hija de Josefa Marín Narváez, cuya sangre aborigen era imborrable a los ojos de la aristocracia, y un hecho imperdonable en la discriminación racial de la colonia. Esta es la razón, por la cual, de los cuatro hermanos Bolívar, Juana Nepomucena y Juan Vicente, mantuvieron el tipo vasco español, con pelo rubio, liso, ojos azules y mayor estatura, mientras que Simón Bolívar , y su hermana María Antonia, heredaron las facciones mestizas de su bisabuela: pelo negro oscuro encrespado, piel canela, ojos negro azabache, y pequeña estatura; rasgo que lo hace aún más representativo del gentilicio venezolano, no sólo por haber nacido en el país, sino por la sangre aborigen que llevaba en sus venas el Libertador Simón Bolívar”.

Un jueves en la noche del 24 de julio de 1783, nació en la mansión que está construida en la plaza de San Jacinto, a cinco cuadras de la catedral, aquel que hoy conocemos como el “Libertador”, en la ciudad de Santiago de León de Caracas, en donde para ese entonces apenas habitaban unas 40.000 personas. (Hoy Gran Caracas, con más 5.5 millones de habitantes).

El niño fue bautizado en esa casa natal, con los nombres de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad (el nombre de la Santísima Trinidad, fue agregado por promesa a la Capilla de su propiedad que tenían los Bolívar en la Catedral de Caracas), quien lo amamantó por primera vez fue doña Inés Mancebo de Miyares, una dama cubana, íntima amiga de doña Concepción, ya que ella había quedado muy delicada de salud después del parto; a los pocos meses mandaron a buscar en la “Hacienda de San Mateo”, a la negra Hipólita quien se encargó de terminar de amamantarlo y de criarlo, al lado de Hipólita estuvo también la negra Matea, niñera del Libertador y apenas diez años mayor que él.

No tuvo una infancia feliz ni una educación constante, los escritores han acumulado diferentes calificativos para intentar definir el carácter del niño Simón: Indómito y fogoso, trémulo, vigoroso, insolente, de nerviosidad excesiva, indisciplinado, la respuesta siempre a flor de labios, de rápida comprensión y buena memoria, aunque falto de atención, sensible, franco, impaciente, fácilmente desconcertado, de sentimientos apasionados, de prematura madurez, entre otros. "Usted es un barrilito de pólvora", le llamó su enérgico tutor Miguel José Sanz. "¡Entonces huya, porque puedo quemarlo!", le respondió el niño Simón Bolívar.

El 19 de enero de 1786, el niño Simón contaba apenas con dos años y medios, cuando la tragedia lo alcanza por primera vez, dándole muerte a su padre Don Juan Vicente Bolívar, no se había repuesto aún de éste drama, cuando el infortunio vuelve a alcanzarlo seis años y medios más tarde próximo a cumplir los nueve años de edad, entonces, muere el 6 de julio de 1792 su madre Doña María Concepción, a partir de éste momento queda bajo la tutela junto con sus hermanos, de su abuelo Feliciano Palacios y Sojo; el viejo, ya entrado en años y muy enfermo, previendo la nueva tragedia que se avecinaba, se apresuró a casar a las dos hermanas , a María Antonia de quince años con Pablo Clemente Francia, en octubre y a Juana, que no había cumplido los catorce, con su tío Dionisio Palacios y Blanco en diciembre de 1792, no le alcanzó el tiempo para atender a los dos varones, el abuelo murió el 5 de diciembre de 1793, Sin embargo, había consultado a Simoncito a cuál de los tíos elegía como tutor, y éste había preferido a Esteban, su padrino de confirmación, pero Esteban se encontraba en Madrid, así que la tutoría recayó en su tío Carlos, hombre muy egoísta, ambicioso y severo, quien ese mismo año ingresó a Juan Vicente en el servicio militar, quedándose solamente con la custodia de Simón, a pesar de que nunca descuidó su educación, siempre estuvo pendiente fue del manejo de la fortuna, tal vez por eso las relaciones entre ellos nunca fueron fáciles.

Sobrino y tío no congeniaron, Don Carlos despreciaba a Simón y lo consideraba un bueno para nada, extravagante y desobediente, cansado de los maltratos de su tío, se fugó de la casa el 23 de julio de 1795, refugiándose en el domicilio de su hermana María Antonia, Don Carlos, recurrió a los tribunales para recuperar la custodia del sobrino al mismo tiempo que acusó a María Antonia de querer apoderarse de la fortuna de Simón, lo cual trajo como consecuencia un ruidoso pleito entre las dos familias. Más aún, engañó al Tribunal alegando que Simón se había ido de su casa en contra de su voluntad, pues lo amaba y además recibía mucha comprensión, los jueces dictaminaron a favor de don Carlos y Simón fue obligado a regresar a la casa que tanto odiaba. “Los señores jueces pueden disponer de mis bienes, pero sobre mi persona, no mando sino yo mismo, y yo no quiero vivir en casa del tío Carlos”, así lo manifestó Simón Bolívar, cuando apenas contaba con doce años de edad.

El tío Carlos se encargó de que Simón aprendiese las nociones fundamentales de escritura, lectura, aritmética e historia, proporcionándole maestros excepcionales. Andrés Bello, apenas dos años mayor que el Libertador, le enseñó primeras letras, aunque no logró adelantos en ortografía. Bolívar escribiría más tarde: "Yo conozco la superioridad de ese caraqueño, contemporáneo mío; fue mi maestro, cuando teníamos la misma edad, y yo le amaba con respeto". Con el capuchino Francisco de Andújar cursó matemáticas, física y topografía, Guillermo Pelgrón, docente destacado de la Escuela Pública de Caracas, le enseñó latinidad, pero Simón Rodríguez, el revolucionario instructor que practicaba apasionadamente las ideas pedagógicas del “Emilio” de Rousseau, sería a la postre el profesor que marcó la mayor influencia en el pequeño Simón, influencia que sería decisiva durante el segundo viaje de Bolívar a Europa en 1804, y fue él ante quien pronunció su juramento de libertad en el Monte Sacro de Roma, el 15 de agosto del año siguiente. "Yo he seguido el sendero que usted me señaló --le escribiría en 1824--. Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso".

Fue en la casa de Simón Rodríguez donde el tío Carlos confió a su pupilo como huésped cuando éste se fugó de su lado por segunda vez y buscó refugio ante el obispo Viana; Las enseñanzas de Rodríguez se dirigían más a la formación del carácter y a la fortaleza del cuerpo en medio de la naturaleza, que a acumular conocimientos en el aula de clase, pero es seguro que a través de su maestro favorito, Bolívar se impregnó de ideas revolucionarias y reformadoras, también encontró en él a un amigo a quien confiarle su soledad y las dificultades de su vida familiar.

A los trece años y medio de edad inicia su formación militar y el 14 de enero de 1797 es nombrado cadete en el Batallón de voluntarios blancos de los valles de Aragua, que había comandado su padre; el 26 de noviembre de 1798, es ascendido al grado de subteniente y como tal, tiene derecho a lucir su elegante uniforme azul con sus leones y castillos además de su espada, éste grado, obtenido llega con la adolescencia de sus quince años como un regalo de libertad, cuando se embarca en el navío de guerra San Ildefonso, que zarpa hacia la metrópoli con escala en Veracruz, haciendo realidad el sueño de viajar a España (su abuelo, Simón de Bolibar (el viejo) soñó con viajar a Venezuela y el soñó con viajar a España).

En España en el año de 1800 conoce y se enamora de María Teresa Rodríguez del Toro, dos años después el 26 de mayo de 1802 próximo a cumplir los 19 años de edad contraen matrimonio, el 15 de junio de ese mismo año parten para Venezuela, y el 22 de enero de 1803, no había cumplido aún los 20 años de edad, la desgracia lo alcanza de nuevo, al morir su esposa en Caracas, enferma de paludismo o fiebre amarilla; Bolívar tuvo que luchar no solo contra el infortunio, luego también contra los españoles y peor aún contra la incomprensión de algunos patriotas que no entendieron los beneficios de la independencia, más adelante escribiría “¡Felices aquellos que creen en un mundo mejor! Para mí, este es muy árido”. En 1805 jura libertar a su patria en el monte sacro, exclamando: “Juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, justicia y mi patria, que no daré descanso a mí brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”, ser héroe es su futuro.

Simón de Bolíbar (el Viejo), Simón Bolívar (el Mozo), Antonio Bolívar (el tatarabuelo), Luis Bolívar (el bisabuelo), Juan Bolívar (el abuelo), Juan Vicente Bolívar (el padre) y Simón Bolívar (el Libertador), todos pertenecientes a una casta de hombres inteligentes, valientes, exitosos y emprendedores; Tal es la importancia que tiene el apellido “Bolívar” en Venezuela, que gracias a éstos, al primer Simón de Bolíbar (el viejo), se le debe: la libertad económica y la autonomía política, ya que Venezuela no dependería más de la Audiencia de Santo Domingo, también se le debe la designación de Caracas como capital de la República, y además animó al rey Felipe II a ordenar en 1592, mediante Real Cedula, la construcción de colegios que se dediquen a la segunda enseñanza, o sea la formación de sacerdotes, fundándose así el Seminario Tridentino que se convertirá mas tarde en la Universidad de Caracas y luego en la Universidad Central de Venezuela, y al ultimo, Simón Bolívar (El Libertador), se le debe nada más y nada menos que la liberación de seis naciones que hoy llevan el escudo de la libertad: Colombia, Panamá, Ecuador, Perú, Bolivia y Venezuela, además su obra inspiró la independencia de todo el continente.



Lo cuentan las voces de los que se resisten.
Publicado por ROMULO PEREZ “por una conciencia Socialista”
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Rómulo Pérez
C.I.V- 6.364.374
Viernes 14-01-2011