miércoles, 23 de abril de 2014

EL MISTERIO DEL CATATUMBO



          “Lo cuentan las voces de los que se resisten”


Identidad y tradición
 



EL MISTERIO DEL CATATUMBO

El pasado 28 de Enero el enigmático Relámpago del Catatumbo pasó a engrosar las hojas de “El libro de los Récords Guinness”, gracias a la gestión que desde el año pasado hiciera el ambientalista venezolano Erik Quiroga. Tal solicitud la hizo el 23 de Agosto de 2013, en la cual pidió se reconozca a tan impresionante fenómeno natural que se forma al Sur del Lago de Maracaibo, exactamente en el Parque Natural Ciénagas del Catatumbo como “Único fenómeno meteorológico capaz de producir en un año 250 relámpagos por km2, durante 240 noches”. Éste ciclo de tormentas eléctricas se inicia en el mes de Abril y culmina en el mes de Noviembre.  

Éste día el Zulia se llenó de júbilo, no solo por el reciente acontecimiento que ocasionó el enigmático Relámpago del Catatumbo, sino además porque celebraron con entusiasmo el doceavo aniversario del “Día de la Zulianidad”, el mismo fue decretado así por el ex gobernador Manuel Rosales en el año 2002, aunque los zulianos han estado reconociendo y celebrando ese sentimiento desde 1821 cuando el Gobernador, Intendente y Comandante militar Francisco Delgado, declaró a la Provincia de Maracaibo, independiente de España y unida al gobierno de la Gran Colombia.  

Estos sucesos entre otros, marcan en los zulianos un arraigado regionalismo y un bello sentir de identidad, con el que logran hacer, que los que no somos de allá, sintamos un grato aprecio por tan emblemática porción de tierra venezolana, induciéndonos a conocer cada vez más de su génesis, sus personalidades, sus localidades, sus mitos y leyendas entre otras cosas.

Pensando en el Relámpago del Catatumbo y en el Día de la Zulianidad, me monté sin querer queriendo en las alas de Morfeo y volamos hasta épocas primitivas, allí descendí. El paraje era fantástico; y a mi encuentro vino un anciano que me dijo:

Cuando Sabaseba el Dios creador, encontró la tierra, la misma estaba oscura e inhóspita, entonces se puso a trabajar en ella, la moldeó a su antojo, creó las plantas, los ríos, los mares y los fenómenos naturales como el sol, la luna, las estrellas, las nubes, la lluvia, el arco iris, etc., la hizo habitable para todos los seres vivos, humanos y animales.  

Como buen Dios les enseñó a pescar, a cazar, a construir sus chozas, etc., además les estableció reglas de conducta y normas de comportamiento, en donde les prohibió tener ídolos y templos, asimismo les indicó que para hablar con él debían ser autorizados por el más anciano de ellos.

Luego, a orillas del río, Sabaseba sembró la semilla del árbol de la vida, al cual llamó “Catatú”. Este creció tanto que traspasó las nubes y tocó el cielo, entonces ordenó a sus hijos los Motilones o Bari que se cortaran el cabello a nivel de las orejas y fueran tejiéndolo hasta hacer un par de lianas que llegaran a la tierra. Bajaron por un lado los hombres y por el otro las mujeres, hasta llegar al lugar que su Dios les indicó.

“Los primitivos Bari o Motilones se asentaron en estas selvas pantanosas por los numerosos caños, ríos, ciénagas y lagunas que aquí se encuentran, además de la gran fauna que tiene. Tanto así es la última mencionada, que cuando las aves alzan el vuelo, el cielo se oscurece. Entre las mismas puedo mencionar el halcón, el alcatraz, el águila, el pelicano, la gaviota, la guacamaya, la cotorra y el colibrí. Por otra parte, tanto en la tierra y el agua tenemos mamíferos y peces como el araguato, el oso, el venado, el chigüire, la lapa, la danta, el tigre, el puma, el zorro, el báquiro, las iguanas, caimanes, lagartos, tortugas, ranas, lagartijas, sapos, serpientes, los Voladoritas, los Chupapiedras, los Manamanas, los Bocachicos, los Beta Betas, las Sardinas Tolombas, los Doraos, los Ballitos, las Rayas de rió, las Piletas, las Agujetas y los Bagres entre muchos otros. También en el ambiente marino tenemos a las Toninas y los Manatíes, a estos particulares mamíferos se le atribuyen poderes mágicos. Dicen que las Toninas son mujeres que se bañaron en el río y se convirtieron en pez, por eso les gusta ayudar a los pescadores y curar a los enfermos, y los Manatíes consuelan con su canto a aquellas personas de buen corazón que de alguna manera pasan por momentos difíciles”.

Había transcurrido el tiempo y estaban los Bari festejando el día en que habían llegado a la tierra, tenían mucha comida y bebida, además de juegos de confrontación personal con los que agradaban al Dios creador. De pronto apareció en el festejo un joven muy apuesto, no era Bari, nadie lo conocía, tampoco sabían de dónde provenía, algunos comentaron que era un  Saimadoyi, que llegó allí navegando por el Río Catatu, guiado por las Toninas y los Manatíes, quienes le notificaron con sus cantos de los juegos y halagos que ofrecían a Sabaseba.

El joven forastero se acercó a Sadouyi el más anciano de todos y le habló al oído, éste inmediatamente llamó a Sibabio, su hija mayor. Era una mujer muy hermosa pero no era joven, aunque sus características físicas la hacían lucir muy sensual, su brillante piel morena y su larga cabellera armonizaban con el sol a cada paso que daba cuando se acercaba hacia ellos, acudiendo al llamado que le hiciera su anciano padre. 

Ella sabía de las intenciones de aquel llamado, su corazón palpitaba fuertemente. Pensaba que al fin había llegado la hora de unir su vida a la de alguien mas, tener hijos y envejecer a su lado. Él por su parte, también pensaba lo mismo, pero intuía algo que no entendía, y ese presentimiento lo confundió con la emoción del momento.

Al llamado de Sibabio también acudió Cira, su joven hermana, quien no había sido convocada, pero su inquietud juvenil y su gran curiosidad pudieron más que el respeto que sentía por su anciano padre y hermana mayor; el forastero quedó impresionado y prendado de Cira. Su angelical y lozana belleza se destacaba por sobre la de todas las mujeres presentes incluso la de su sensual hermana. 

El forastero ahora tenía un problema ¿A quien debía desposar?. A la sensual Sibabio, y cumplir con la tradición, o romper con ésta, y llevarse a la joven Cira de quien había quedado prendado desde el primer momento en que la vio. Sadouyi contrariado por lo que estaba sucediendo decidió retirarse a su sitio de oración para comunicarse con Sabaseba y tomar una decisión. Mientras el anciano oraba, la tención entre las hermanas y el forastero crecía. Pocos minutos bastaron para que entre ellas se fomentara un gran odio y un terrible deseo de competencia para tomar a aquel hombre como trofeo de guerra. 

Las hermanas decidieron sin el consentimiento de su padre, luchar entre ellas, la justa fue encarnizada, ambas eran buenas combatientes (La mayor había enseñado a la menor). A cada segundo que transcurría le seguía un acto mas violento que otro, la rivalidad por aquel hombre estaba desencadenando en una descomunal contienda. Cira comenzó a dominar el combate, mas por su resistencia y juventud que por sus técnicas. Sibabio estaba agotada, el peso de los años conspiraba en su contra, sacaba fuerzas de donde no tenía pero todo era inútil, el agotamiento no le permitía seguir en la reyerta y su sueño amoroso se alejaba cada vez más.

La pelea fue interrumpida por Sadouyi, el anciano padre, quien indignado por lo sucedido desterró a Cira su joven hija y dio en matrimonio al forastero a la sensual Sibabio, no sin antes señalarle que esa fue la decisión de Sabaseba, quien además le advierte que esté pendiente siempre de su mujer y su hijo ya que sobre él pesa un mal presagio, asimismo le prohíbe buscar a Cira ya que ella faltó a las reglas de conducta y normas de comportamiento impuestas por él antes de habitar este lugar.    

El forastero se casó con Sibabio como lo establece la tradición Bari, aunque sus pensamientos siempre estuvieron posados sobre Cira y en aquella advertencia que le hiciera Sabaseba ¿Qué me quiso advertir el Dios creador?, por mucho que lo pensaba aún no lo entendía. Un día recordó que en el camino a tierras Bari se recostó de un gran árbol que tocaba el cielo y allí se quedó dormido. En ese momento comenzó a soñar miles de cosas cuando de pronto se le apareció un espíritu con cuerpo de mujer y cabeza de pájaro, que dirigiéndose a él le dijo: “En tiempos primeros hubo un gran desastre que oscureció todo el territorio por lo que habrá que hacer sacrificios para fertilizar la tierra, de lo contrario todo será piedra sobre ella”. Ahora estaba más confundido que antes, ¿Qué significaba el sueño?.   

Había transcurrido el tiempo, la sensual Sibabio dio a luz un niño “Bakurita”, el mismo era el orgullo de todos, la madre, el forastero y el anciano, quienes habían sembrado sus esperanzas en aquella hermosa criatura; el primogénito estaba próximo a cumplir un año de edad, cuando Sibabio sin motivos aparentes le quita la vida al niño. El forastero aturdido y apesadumbrado por esta situación, le cuenta a Sadouyi aquel sueño que tuvo antes de conocerlos. El viejo lo mira fijamente y le comenta que esa mujer con cabeza de pájaro es Bobali un espíritu maligno, también le dice que hay que hacer algo pronto antes de que su hija poseída los convierta a todos en piedra. 

El anciano después de orar largamente le dice al forastero, que Sabaseba le ordenó taparle la cabeza a Sibabio para que no pueda ver nada, y se la lleven inmediatamente al cerro, una vez allí, deben extraer el espíritu maligno del cuerpo de la mujer antes de que se conviertan en una sola, si esto sucede habrá que purificarla con fuego y Sabaseba hará el resto. 

El forastero tomó su cuchillo y trató de extraer el espíritu maligno del cuerpo de su mujer, pero no pudo, era demasiado tarde, ya Sibabio y Bobali se habían metamorfeado en una sola, entonces, no le quedó otro remedio que purificarla con el fuego sagrado; durante muchos días y noches estuvo alimentando el fuego con leña incinerando el cuerpo de Sibabio, mientras, Sadouyi oraba pidiendo a Sabaseba clemencia por el alma de su hija amada, quien complaciendo al anciano esparció las cenizas por todas partes, y de estas, según el sitio en el que cayeran creaba a hombres mujeres y animales otorgándoles nombres y características, así surgieron los Yukpa, los Goajiros, los negros, los blanco y muchos otros. 

A pesar de lo ocurrido, el forastero no lograba sacarse de la cabeza la imagen de la Joven Cira, y cada vez que éste acudía al río a bañarse o a encontrarse con las Toninas y los Manatíes, estos le decían que siempre escuchaban el canto triste y melancólico de Cira, que siempre la oían cantándole al río, a las montañas, a los animales, a la luna y al sol, pidiéndoles a todos que guíen los pasos de su amado, cuando éste decida ir a buscarla. Él sabía que al prestarle atención a sus sentimientos de alguna manera se estaba anarquizando en contra de los designios de Sabaseba, pero decidido estaba a correr el riesgo.

Un día preguntó a las Toninas y Manatíes si conocían el paradero de su adorada, y estos dijeron que estaba en una de las cuevas de la Montaña Sagrada, la cual es protegida por otra cueva, que llaman la Cueva sin Fin, la misma atraviesa el territorio de Norte a Sur por debajo del agua y dentro de ella se encierran grandes misterios, además la Montaña Sagrada esta rodeada por un inmenso pantanal; un cosquilleo en la barriga y una risa de complacencia invadieron al forastero, quien eufórico se apresuró a tomar camino en busca de aquella joven que lo tenía cautivado, estaba seguro de llegar pronto al sitio señalado, ya que en su primera travesía a territorio Bari había visto en el camino un inmenso pantanal muy parecido al descrito por la Toninas y los Manatíes.

Para desandar camino solo tomó su cuchillo y una mochila de piel de animal, la cual además también le servía para beber agua; muchos días y muchas noches deambuló por las tierras que él creía conocer, seguro estaba que la ruta era la correcta, pero no alcanzaba a comprender porque ahora los senderos eran inhóspitos, no entendía porque Sabaseba conspiraba contra él; los peligros acechaban a cada momento, los animales depredadores eran de variadas especies, aunque eso no lo mortificaba, lo que mas le preocupaba era la sensación de que alguien lo seguía y vigilaba, por lo que siempre se preguntaba, ¿Qué secretos me prohíben amar a esa joven mujer? ¿Sadouyi acaso me habrá mentido?

El cansancio hizo mella en el forastero, quien se recostó bajo la sombra de un árbol que estaba a la orilla del río, no era grande como el Catatú, pero brindaba una atracción especial, allí podía descansar para reponer las energías y seguir desandando caminos. En sus pensamientos solo  circundaba la imagen de la joven Cira, su enigmática belleza y su gran habilidad para el combate, pero lo más impresionante eran sus ojos azules, ellos parecían dos nubes dentro de aquel angelical rostro cuando la vio por primera vez, y muy distintos cuando estaba combatiendo contra su hermana, de esos ojos manaban rayos que minaban la energía de su oponente.

Durante el hermoso trance en que el forastero pensaba en su amada el atractivo árbol, magnificó su sombra, forjándola tan oscura como la noche; un extraño sueño invadió al forastero, quien se percató de la situación, sabía que no era de noche pero todo estaba oscuro, el sueño era incontrolable y él luchaba para vencerlo; una bella mujer muy parecida a Cira se le acercó y le pidió que no luchara más contra el sueño, que se quedara tranquilo, ella estaba allí para acompañarlo y le tendió la mano en franco gesto de amabilidad, él le extendió su brazo a ella, seguro estaba de haber encontrado a su amada, ella lo tomó por la muñeca, en ese momento un extraño calor comenzó a invadir el cuerpo del forastero y a cada segundo que transcurría el mismo era insoportable, llegándose a convertir en fiebre alta.

El forastero sucumbía ante la hermosa mujer por causa del sueño y del calor, pero nada le importaba siempre y cuando estuviera al lado de ella, buscó besarla y hacerla suya antes de dormirse o morir cuando notó que sus ojos no eran los mismos, de estos manaba candela, quiso soltarse y separarse pero ésta lo sujetaba con fuerza, el forcejeo lo benefició porque evitó que se durmiera sin embargo el debilitamiento no lo favorecía; a la oscura noche se le unió un torrencial aguacero y la hermosa mujer se convirtió en enorme sombra, el forastero no comprendía lo que estaba sucediendo y cada vez luchaba con mas ímpetu ¿En donde está la mujer? ¿Quién es esta sombra? se preguntaba a cada momento; ya no tenía fuerzas para seguir, el agotamiento y la confusión lo estaban fulminando, de pronto se acordó de sus amigas las Toninas y los Manatíes a quienes imploró su presencia.

Cuando las Toninas y los Manatíes llegaron al sitio notaron que el ambiente estaba oscuro como la noche e influenciado con una extraña sensación de seducción siniestra, la misma, solo era capaz de producirla “Dadibdu”, un espíritu maligno guardián de los pantanos que circundan la Montaña Sagrada. Buscaron afanosamente al forastero, pero no estaba por ningún lado, notaron la presencia de un extraño árbol que nunca antes había estado allí, entonces las Toninas dijeron a los Manatíes que iniciaran sus cánticos y que no cesaran de hacerlo, seguras estaban de que el forastero los escucharía, ellas buscarían la forma de comunicarse con Cira y de hacerle saber del gran infortunio que afecta a su amado, se comunicaron con los peces, con las mariposas, con las aves y las luciérnagas, menos con los animales terrestres para evitar de alguna manera el contacto con Dadibdu el guardián del pantano.

Los animales acuáticos y voladores atendieron el llamado de auxilio que hicieran las Toninas, y uno a uno fueron llevando el mensaje hasta llegar a las luciérnagas, amigas inseparables de la joven Cira; estas, contaron a la hermosa doncella de la desventura que era victima su pretendiente, y sin perder tiempo alguno la bella princesa invocó a los espíritus de la montaña para que la ayudaran a salvar al forastero, inmediatamente las aguas cristalinas y mágicas que circulaban por la cueva mostraron el lugar en donde se desarrollaba la tragedia, Cira profirió un conjuro “Bihdarí Katatrum-boo” y de sus ojos brotaron sendos rayos que envió inmediatamente al lugar encantado, con la firme intención de purificar el área, uno cayó en la tierra que sirvió para sanear la atmósfera creada por Dadibdu y el otro cayó en el árbol el cual se prendió en candela exorcizando al espíritu maligno. 

El forastero comenzó a recuperar sus fuerzas gracias a los mágicos cánticos que emitieran las Toninas y los Manatíes y al inconmensurable apoyo que le brindara Cira. El forcejeo contra Dadibdu para que le soltara la muñeca y lo liberara cada vez era más vigoroso; el ambiente se aclaraba cada vez más con cada segundo que transcurría, y la siniestra sombra se hacia victima del debilitamiento, en un ardid de astucia el espíritu maligno se metamorfeo en enorme serpiente para poder soportar los rayos del sol y así con mayor facilidad engullir a su victima a quien ya tenía tomada de la muñeca, pero éste, ya recuperado de sus fuerzas y con claridad de pensamiento tomó su cuchillo y cortó en pequeños trozos al enorme reptil, los cuales se convirtieron a su vez en insectos como gusanos, lombrices, gorgojos, escarabajos, mantis, entre otros, la tenaz lluvia también abandono su furia y el lugar recuperó la calma.  

El forastero repuesto y victorioso retomó su travesía y cruzó el inmenso pantanal, allí se encontró con figuras petrificadas por el lodo que se atrevieron a retar a los dioses, en las noches las luciérnagas lo guiaban con sus luces intermitentes que parecían adornar el oscuro cielo, así caminó varios días y varias noches, atravesó grandes montañas y tupidos bosques, hasta que al fin vio a una montaña que la acariciaban las nubes, además notó como los vientos fríos y calientes se abrazaban como si se amasen; ¡Estoy cerca! Pensó ¡Vine desde lejanas tierras, atravesé el mar, fui victima de maléficos conjuros hechos por Dadibdu quien luego se transformó en serpiente para engullirme vivo, también intentó ahogarme en un espeluznante y estruendoso invierno, atravesé el inmenso pantanal retando a los dioses sin que me detuvieran y sobreviví a todo…!. Ahora no podía detenerse, tenía que seguir el camino para unirse definitivamente a Cira. 

El forastero recordó que las Toninas y los Manatíes le dijeron que su amada estaba internada en una de las cuevas de la Montaña Sagrada y que la misma estaba protegida por la misteriosa Cueva sin Fin la cual atraviesa el territorio de Norte a Sur por debajo del agua; entonces las llamó nuevamente y les pidió que lo ayudaran a internarse en la misteriosa cueva, les advirtió asimismo que para no ser victimas de los embrujos de la cueva debían nadar siempre por debajo del agua y guiarse en el día por los cantos tristes de Cira y en la noche por las luces que emiten las Luciérnagas, así nadaron mucho tiempo hasta que al fin llegaron a una cueva en cuyo interior destellaban muchas luces.

En esa cueva estaba Cira quien destellaba de emoción, al fin podía volver a ver a su amor prohibido, la conmoción que el momento le causaba la hacia arder de pasión iluminando a la inmensa cueva, no menos emotivo estaba el forastero que al ver a la hermosa Cira nuevamente quedó deslumbrado por tanta majestuosidad; las Luciérnagas, las Toninas y los Manatíes abandonaron la cueva, dejando solos a los enamorados. Ellos solo se miraban no emitían palabra alguna, solo sus ojos entendían la inmensidad que abarcaba ese instante, se abrazaron, se besaron y se amaron intensamente, la ardiente pasión en la que se unieron hizo estallar a la montaña cual volcán en erupción.

Un cráter se hizo parte de la montaña y la luz del sol comenzó a iluminar la cueva en donde se encontraban los amantes, Cira se emocionó mucho por tal acontecimiento que le pidió al forastero la ayudara a salir de allí, se sintió liberada y creyó que había sido perdonada por Sabaseba, el forastero consintió la petición de su joven amada y salieron de la cueva en donde ella estuvo confinada, ella al ver el paisaje que había olvidado recordó a su pueblo y a su familia, por lo que nuevamente le pidió a él la llevara con su gente, éste le advirtió de los peligros que acechaban en el camino sobretodo en la noche cuando Dadibdu el espíritu maligno guardián de los pantanos se apoderaba de las almas que se duermen o se agotan; pero ella no le temía a nada de eso, ya ella había cruzado ese pantano cuando su padre la desterró de su pueblo y la confinó a vivir en la cueva encantada.

Transcurrió algún tiempo, y el forastero trató de muchas formas de convencerla para no abandonar tan mágico lugar, le habló de la cueva purificadora que la había conservado joven y hermosa, de los cantos alegres de los pájaros desde el inicio de la mañana hasta el inicio de la noche, del bello atardecer que reflejaba la luz crepuscular en sus ojos y estos cambiaban a un color como el de la miel que le avivaban el deseo de amarla una vez mas, de la seguridad de la noche en donde todos los amigos que allí pernotaban eran amables y fieles, en fin intentó de todo, pero ella quería salir de ese aparente paraíso para los ojos del forastero, aunque no así para ella, ya que por mucho tiempo estuvo encerrada y llorando esperando ese momento.

Iniciaron el camino de regreso al pueblo, Cira relumbraba de emoción, de sus ojos brotaban rayos descontroladamente, el forastero la abrazó con firmeza para tranquilizarla no fueron necesarias palabras, el abrazo bastó para controlarla, las Mariposas, las Aves, las Luciérnagas, las Toninas, los Manatíes, en fin todos los animales moradores de la Montaña Sagrada los acompañaron hasta llegar al pantano, dominios de Dadibdu, apenas dejaron el ambiente fresco y apetecible de la montaña y la pesadumbre se hizo presente; grandes espacios desérticos se observaban, en donde los cujíes y los cardones parecían separarse para no tener que compartir la misma sombra ni la misma tierra, extrañas figuras a lo lejos hacían pensar que eran caminantes extraviados victimas de conjuros maléficos, en el día el calor desesperante atacaba con furia produciéndoles resequedad en la boca, las noches eran frías y heladas acompañadas de crueles lluvias que inundaban todo a su paso y las extrañas figuras que se percibían en el día, en la noche emitían aullidos espeluznantes. Parecía que el infierno se adueñaba de todo el pantanal. 

Durante días y noches caminaron sin descansar ni dormir, estaban agotados sedientos y hambrientos ya que los alimentos y el agua que habían tomado de la Montaña Sagrada para subsistir en la travesía los perdieron en la primera noche tormentosa, el espíritu maligno guardián del pantano los acechaba a cada momento con feroces animales depredadores, insectos venenosos y grandes reptiles voraces, además de maléficas sombras y extraños espantos, la confusión hacía mella en los caminantes, quienes ya no distinguían con claridad los limites del pantano. Al fin llegaron a las orillas de un río, habían logrado rebasar los límites del pantano, se bañaron, calmaron la sed, comieron frutos silvestres, descansaron un rato y siguieron.

Alejados del peligroso pantano, e internados en el húmedo bosque el sentimiento de seguridad tornó en ellos, aunque una extraña sensación de que algo los vigilaba y seguía los mantenía atentos, la noche llegó y con ella el placer de dormir, se bañaron y se amaron en el río, él, fue a descansar, ella, quedó sumergida en las aguas disfrutando el maravilloso momento. Mientras, entre la maleza, un enorme Tigre aguardaba a que ella abandonara el río para atacarla, Cira pudo darse cuenta de la situación, le arrojó palos y piedras, le gritó y el animal no se movió de donde estaba, y le habló: -No grites, él no te escuchará, la niña fea le tejió un chinchorro y lo mantiene en profundo sueño-

-¿Quién eres?- Preguntó ella

-Soy Dadibdu, amo y señor de los pantanos-

-Y que haces aquí, estas muy lejos de tus dominios- Le respondió ella

-Vengo por ti, quiero que gobiernes a mi lado y él será nuestro fiel sirviente-

-No, eso jamás sucederá- De sus ojos brotaron sendos rayos centellantes que enceguecieron al animal, quien rápidamente huyó, las Guacharacas y los Alcaravanes alzaron vuelo en bandadas ocasionando enorme ruido, el forastero no se presentó ante el extraño suceso, por lo que Cira corrió hacia donde él estaba y lo encontró envuelto en un gigantesco capullo de pegajosa seda. No sabía como ayudarlo, si intentaba destruir el capullo con sus manos podrían quedar atrapados los dos, si lo quemaba con sus rayos podría quemar a su amado, si esperaba a que amaneciera, él podría morir asfixiado, entonces llamó a las Toninas y los Manatíes quienes con sus mágicos cánticos lograron despertar al forastero, éste, al reaccionar, se dio cuenta que estaba envuelto en un capullo de seda y que al lado suyo tenía a una niña de extrañas características que lo abrazaba, con la mano libre que le quedaba tomó su cuchillo y rasgó el capullo, ambos cayeron al piso, pero la niña con el golpe se transformó en araña y huyó del lugar.

Cira estaba muy conturbada, no entendía lo que pasaba, a ella casi la raptan y él casi muere asfixiado, y en ambos casos por fuerzas malignas, ¿Por qué Sabaseba permitió que esto sucediera?, ¿No está el Dios creador del lado de nosotros?, ¿No nos perdonó acaso?, muchas interrogantes invadían a la joven mujer, el forastero la secundaba y apoyaba, él, también estaba confundido, ambos decidieron buscar a Sabaseba y hacerle el reclamo, resueltos estaban a ser felices para siempre y no permitirían que nada ni nadie se interpusiera; nuevamente caminaron día y noche sin detenerse, sin comer ni beber agua, atravesaron el pueblo que la vio nacer a ella, todos se sorprendieron al verlos juntos, pero mas sorprendidos quedaron al notar que no se detuvieron ni un instante, ellos solo buscaban al Sagrado árbol de la vida llamado el “Catatu”. 

Allí estaba el Majestuoso árbol, a orillas del río, inmenso, grande, su copo se internaba en el cielo, ambos se detuvieron frente a él, lo miraron con firmeza; Cira relampagueaba de ira, el forastero gritaba, también iracundo al Dios creador para que aceptara la unión de los dos, pero del cielo no caían respuestas, parecía no escucharlos, entonces decidieron trepar y llegar a Sabaseba para hacerles sus reclamos, por lo que cada uno tomó una liana tejida con cabello de los primeros Bari.

Cuando pretendían iniciar la escalada, llegó Sadouyi el anciano padre de Cira y les dijo que Sabaseba los castigaría si se atrevían a trepar el Sagrado árbol sin su bendición, también les dijo que el Dios creador no podía perdonarlos porque ellos habían faltado a las normas establecidas. Cira exigió a su padre la autorización para subir, pero el anciano negó la misma, entonces ambos emprendieron el ascenso al cielo, en la medida que subían el cielo se oscurecía, Sabaseba estaba muy molesto por la desobediencia de los enamorados, entonces, cuando estos se internaron en las nubes Sabaseba quemó el Sagrado árbol de la vida, quedando Cira y el forastero atrapados en las alturas.

Desde entonces los rayos y los truenos que se observan y se oyen desde tierra Bari o Motilona del Estado Zulia corresponden al reclamo iracundo que hacen los eternos amantes al Dios creador por no consentir su amor. 

Por: Licdo. Rómulo E. Pérez. F.
23/04/2014

“Por una conciencia Socialista, dejémonos de guardar silencio”